9/21/2006

Enrique Anderson Imbert - Alas -

Yo ejercía entonces la Medicina, en Huamahuaca. Una tarde me trajeron a un niño descalabrado: se había caído por el precipicio de un cerro. Cuando, para revisarlo, le quité el poncho, vi dos alas. Las examiné: estaban sanas. Apenas el niño pudo hablar le pregunté:
-¿Porqué no volaste, mi hijo, al sentirte caer?
-¿Volar? -me dijo-. ¿Volar, para que la gente se ría de mí?

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