6/19/2006

El Orco -dos - Desaprender (fragmento)

...Siempre este sabor a tierra en cada cosa. Un aire seco impregna los objetos cubriéndolos de polvo, de soledad, de muerte. En torno a mí sólo el silencio. Aquí no queda nada ya. Estériles fragmentos de vidas acabadas. Esta es la realidad macabra de las personas, de las cosas, de todo lo que nunca tuvo un gesto amable, de este terrible mundo de horribles insignificancias.
Ahora, llegan a mí recuerdos. Golpean como balas mi cabeza y, casi al instante, mi cerebro se impregna con el olor a agua, a soledad, a frío, a amargura. De vez en cuando paro y miro alrededor, y ahí esta esa nada inmensa que todo lo contiene. Es la increíble fragilidad del mundo de las cosas, de lo que existe provisionalmente, de todo lo que va camino de su destrucción. Trago saliva y muerte mientras recuerdo tu cuerpo nadando en aquel mar profundo ahora inexistente.
Un fuego crepita entre nosotros; tu rostro iluminado por las llamas. Enfrente, muy abajo, la noche, el universo, y aquel instante que contenía todas mis estrellas. La enredadera terrible del mundo sube por nuestro acantilado pero aún nos queda algo de tiempo. Una inconsciencia sensual palpita en tus ojos marrones, casi negros, que se cierran despacio. Hay una tempestad que ruge aún en aquellas viejas batallas olvidadas, junto a cadáveres caídos entre olas de plata y pájaros de sal. Esta noche, quisiera enhebrar tu vida entre la mía, de nuevo, para siempre, pero conozco y sé, te juro que lo sé, que no tiene sentido intentar nada que quiera ser real, eterno, imaginable. Me ha costado mil noches llegar hasta tu corazón, entender tu sabor, tu razón y tu cuerpo, pero ahora todo eso carece de importancia, no tiene ya sentido, porque mientras jugábamos a estar enamorados, un inmenso desierto vacío se ha tragado la escena, el mar, la noche y las estrellas. Esta mañana hay un sabor a derrota en los sueños. Esta mañana, de nuevo, igual que cada día, no hay un sólo lugar en el que refugiarse.

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